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MI GATO RASCA DONDE NO DEBE

Por naturaleza, todos los gatos tienen la imperiosa necesidad de rascar, por motivos diversos como: marcar territorio, “arreglarse” las uñas, sentirse “amenazado” (sea o no real), expresar “desacuerdo” sobre algo en la casa, etc.

"¡Si no fuese porque se le tiene tanto cariño al gato! Pero si dejase esta maldita costumbre de arañar por aquí o por allá, todo sería mucho mejor." La tapicería de los tresillos del salón, rasgada sin remedio. Nuestras cortinas convertidas en jirones. Aquella butaca tan cómoda y bonita, ahora es una vergüenza. Alfombras o moquetas deshaciéndose a trocitos. El mueble de madera y por el lado donde es más visible, destrozado, ahora ya sin siquiera barniz o chapa, de color diferente a como era, es horrible ver como está.

A cualquier propietario, sea cual sea el motivo que haga al gato actuar de este modo, le resulta URGENTE modificar el comportamiento de la mascota. Para conseguirlo, es importante ofrecer alternativas satisfactorias para todos.

Hemos de comenzar por implicar a la totalidad de las personas que convivan en la casa, ya sea para ayudarnos o como mínimo, que no adopten actitudes que resulten contraproducentes a nuestro objetivo.

“Alternativas satisfactorias”, son rascadores, que ya los hay en el mercado, para este uso específico. Se venden de diferentes formas y más caros o baratos, pero al felino en realidad no le preocupa el precio, ni da importancia a la imagen del objeto. Lo indispensable para ellos, es que tenga la textura y dureza que sean las correctas.

Una forma de atraer a un muy alto porcentaje de gatos, es usando una planta, la “NEPETA CATARIA”, que se puede conseguir seca en los herbolarios con el nombre de “Nébeda” y conocida comúnmente, entre los dueños de felinos, como “menta gatera”, “hierba gatera”, etc. En las tiendas de artículos para animales le conocen con su nombre popular en inglés “CAT NIP”.

Algunos rascadores, al comprarlos ya traen incluida una bolsita, con un poco de “hierba gatera”, es para que la frotemos en la zona indicada para ser rascada o espolvoreada por encima, si es que la posición es horizontal (en el caso de estos rascadores, recomiendo intentar “fijarlos” al suelo, para que no resbalen y el gato lo deje en lugares insospechados). Muchas veces no hace falta usar la totalidad de la “menta gatera”.

Si nuestro gato es de los que ignoran por completo el aroma de la planta, no hemos de preocuparnos en absoluto, podemos optar por usar otro aroma, que difícilmente será rechazado. Deberemos utilizar un trozo de trapo muy suave, que sea una “pieza” nueva, solo lo utilizaremos para este propósito en particular. Con cariño y suavidad, hemos de frotar la “pieza”, por los costados del gato, en el sentido del pelo, con cierta presión para conseguir la impregnación de su propio olor (nosotros a la “pieza” no le notaremos nada diferente). Aconsejo pasar la “pieza” por una zona más “aromatizante”, que son las mejillas del felino, el área de los bigotes. Comenzando desde el final de la nariz, pasando sobre los bigotes, sin tocar el ojo y llegar hasta un poco antes de la base de la oreja. Realizar esta acción unas cuantas ocasiones por ambos lados de la cara, pues esta forma de acariciar les gusta a los gatos, permitiéndonos obtener en la “pieza” el aroma, que de forma natural ellos usan para marcar sus cosas y zonas favoritas en su territorio.

A continuación, justo cuando terminemos de impregnar el aroma propio del gato, frotaremos el rascador con la “pieza”, el objetivo es el de transmitir el olor del gato. A pesar de no haberlo hecho el minino, le atraeremos a investigar el objeto al que nosotros hemos marcado como suyo. Si el primer día no usa el rascador, hemos de repetir al menos durante una semana, de forma diaria, a ser posible más de una vez al día, para inducir al animal a que se aproxime.

Es más que probable que en un momento que no se sienta observado o que esté solo en la casa, tanto por curiosidad, como por el olor, se aproxime y se atuse (marcar con la zona facial directamente el gato) con el rascador. De este modo, casi sin darnos cuenta, descubriremos que el causante de los daños en los objetos que queremos proteger, ya usa el rascador.

Como este objeto que le hemos facilitado, es una “alternativa satisfactoria”, para desviar la atención de la mascota de donde arañaba, hemos de colocarle el rascador al lado de dicho lugar.

Para evitarle tentaciones y alcanzar mejor nuestro objetivo, hemos de aplicar, al mismo tiempo que colocamos el rascador, algo para proteger y desanimar al gato, para evitar siga usando el punto en el que clavaba sus uñas. Iniciemos por demostrar nuestro desacuerdo, aplicando un olor, a aquello que estamos retirando de la posesión del gato.

Humedeceremos un trozo de algodón con unas pocas gotas de una mezcla de aceites esenciales o como mínimo con uno de los aromas de las siguientes plantas: Eucalipto, mentol y citronela (esta última, de origen asiático, también conocida como “hierba limón”) que frotaremos sobre las zonas a proteger y un poco más levemente también aromatizaremos alrededor de las partes aledañas. Esto deberemos repetirlo más o menos cada tres días, para que mantengamos alejado al gato y el mismo decida ignorar lo que se le niega.

El aceite esencial de estas plantas es altamente concentrado, por lo que al decir unas pocas gotas, es suficiente. A los gatos les disgusta en extremo y su agudo olfato lo descubre con rapidez y si no somos mesurados, incluso nosotros captaremos el aroma y puede ser lo suficientemente fuerte para incomodarnos. Imaginad al pobre felino.

Como precaución extra y que también permita al animal aproximarse al rascador, que le hemos facilitado, taparemos el área que queremos proteger y aromatizada por nosotros, con un trozo de plástico muy grueso, pero liso y pesado, de tacto desagradable para nuestra mascota.

Lo podemos fijar con cinta de enmascarar, también conocida por su nombre en inglés: “masking tape”. De esta forma tampoco nosotros dañaremos lo que queremos proteger.

En caso de que nuestra mascota sea perseverante, en lo que deseamos deje de arañar, usaremos una placa de poliestireno expandido o como se le conoce en inglés: “polystyrene”, algo más gruesa que el largo de las uñas del gato, fijándola con “masking tape”. Ya que no solo desagradará el tacto al gato, sino que le costará trabajo retractilar las uñas, para sacarlas de este material.

Cualquiera de las protecciones, frustrarán anímicamente al gato, que terminará por aceptar de buen grado su rascador.

Autor
Graciela Prado
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